Los agujeros negros son quizás lo más exótico que podemos encontrar en nuestro universo.
Formación de los agujeros negros
Un agujero negro se forma, cuando una estrella gigante súper masiva, miles de veces más grande que nuestro sol, colapsa sobre si misma.
Esto se produce debido a la fusión nuclear que ocurre dentro de si misma.
En los primeros estadios, las partículas de hidrogeno se fusionan y se convierten en helio, expulsando una considerable cantidad de calor y energía.
Hasta aquí todo bien, el problema llega cuando la estrella va quedándose sin combustible que quemar, en su núcleo, se van formando elementos cada vez más pesados.
En el momento en el que la fusión de la estrella llega a crear hierro, la estrella está condenada, ya que el hierro no aporta energía al fusionarse.
Cómo consecuencia la estrella se expande, pero su gravedad cada vez mayor, debido a una mayor masa, acaba comprimiendo la estrella hasta el punto de implosionar sobre si misma.
El objeto resultante tiene una fuerza de atracción tal, que ni siquiera las partículas de luz, pueden escapar, por eso, se le dice agujero negro, aunque recientes estudios indican que no es un agujero.
Los agujeros negros succionan toda la materia que hay a su alrededor, y cuando se han saciado, expulsan un chorro de rallos gamma, que en contra de lo que se pensará en un principio, son dadores de vida y se ha demostrado que ayudan en la formación de nuevas estrellas.
También existe la firme creencia de que hay uno en el centro de cada galaxia.
