Al hablar de pastelería en Buenos Aires (Argentina), vienen a la mente las confiterías porteñas. Al recorrer las calles porteñas, es bastante común encontrarse con estos símbolos añejos y firmes de una pastelería que se niega a desaparecer.
Son locales de estructura bastante parecida, en los cuales se van a encontrar facturas, masas secas, masas finas, panes comunes y postres, en compañía de diversos productos salados como los sánduches de miga, las empanadas, etc. Al dirigir la mirada hacia los mostradores de tortas, lo más normal es hallar postres, que parecen a punto de explotar, hechos a base de Chantillí, Dulce de Leche y bizcochuelo (de vainilla o chocolate). Postres que, si bien tienen nombres diferentes, en estructura suelen ser bastante parecidos: un bizcochuelo, dos cortes, dulce de leche o chantillí con frutas entre los cortes (o dulce de leche y chantillí), una cubierta de, nuevamente, dulce de leche o chantillí, ocho copos de lo mismo que sostienen frutas, en la parte superior del postre y una, muchas veces deforme, figura de chocolate o viruta del mismo.
A veces a la chantillí se le agrega cacao, o ganache de chocolate, para hacer una, mal llamada, mousse de chocolate. Selva Negra, Balcarce, Sopa Inglesa, Crema y frutilla, Mousse y frutilla, son los nombres más típicos de los clásicos postres de las confiterías porteñas, los cuales, estén como estén, desde prolijos a deformes y desarmados, se exhiben tristemente en sus mostradores, con la seguridad de que alguien, independientemente de la calidad visual de éstos, va a llevarlos como regalo para una fecha especial.
