La empatía es la capacidad de ponernos en el lugar de los demás en un momento dado.
Comprender el comportamiento, las reacciones o actitudes de los demás frente a determinadas situaciones, puede resultar complicado si sólo las valoramos de acuerdo a nuestra propia forma de pensar, sentir y expresar. Por eso, ponerse en el lugar del otro es más complejo de lo que puede parecernos, ya que implica un ejercicio reflexivo, que requiere reconstruir mentalmente la situación vivida por la otra persona, pero con nosotros como protagonistas; con la dificultad añadida que conlleva el hecho de hacerlo objetivamente y a través de su forma de pensar, sentir y percibir la realidad.
Si tenemos presente entonces, la complejidad que supone la empatía entre personas adultas, aún con las que mantenemos una estrecha relación, no es de extrañar que con los niños pequeños, que todavía no han desarrollado por completo su capacidad de expresión verbal, resulte más complicada, trabajosa y por supuesto necesaria. Si bien la comunicación no verbal nos facilita un acercamiento al conocimiento de cómo los niños sienten, piensan y perciben su entorno, ponernos en su lugar es un requisito fundamental tanto para intentar comprenderlos, como para examinar nuestras ideas y pensamientos preconcebidos a la hora de educarlos.
Es importante tener en cuenta, que las situaciones cotidianas, pueden adquirir diferentes matices de acuerdo a nuestra manera de expresarnos y de sentir, y a las particularidades y circunstancias que rodean a las personas y sus vivencias.