Un exorcismo es un acto de carácter religioso practicado por diferentes religiones que tiene el objetivo de liberar a una persona o animal de una posesión demoniaca.
Aunque el exorcismo está muy vinculado culturalmente al cristianismo en realidad es una práctica realizada en otras religiones entre las que se encuentra el judaísmo, el islam o el hinduismo entre otros.
El término exorcismo hace referencia a una práctica asistencial tendente a la sanación espiritual (manifestando una notoria raigambre religiosa de tradición judeo-cristiana), sustentada básicamente en la fe hacia la figura de Jesús (hijo de Dios) y hacia su poder como facilitador de la erradicación de la presencia maligna de un espíritu pernicioso (ángel caído o demonio) que se ha alojado en el interior de un ser humano.
En realidad, el 
atrezo
que circunda a la puesta en escena de la práctica del exorcismo (y que por tanto se erige en conducta saliente que domina nuestro recuerdo), está fuertemente condicionado a un claro componente sociocultural, básicamente gestado al amparo de la presencia más o menos habitual de su temática, en el mundo del celuloide, escenario donde ha sido tratado con mayor o menor fortuna, al servicio de los actores del momento, más que del rigor necesario para reflejar el verdadero alcance del citado acto. En este sentido, es del todo falso que resulte necesaria una preparación específica, unas herramientas mágicas o algún tipo de adminículo especial, diseñado para tal fin, dado que, tal como se ha citado, resultará única y exclusivamente la fe y determinación del que ejecuta la conducta exorcista, la única garante de que dicha conducta llegue a alcanzar su objetivo de erradicación del mal, del seno del sufriente, el cual atraviesa por la indeseable situación de haber sido poseído por una presencia maligna, sin que en ningún momento haya manifestado su consentimiento.
Por último, y gracias a la transmisión del conocimiento bíblico, resulta interesante destacar el hecho que, tras rastrear el cariz pragmático de la historia asociada a la práctica del exorcismo, nos permite conocer, que su aplicación y tratamiento por el propio Jesús y por los primeros apóstoles de la comunidad cristiana, situaba al mismo nivel al individuo que padecía posesiones diabólicas, que a aquel otro que atravesaba por distintas enfermedades, tales como la epilepsia y
o la parálisis.
