La ilusión es un sentimiento que ocasiona en una persona, un estado de expectación, alegría, esperanza y demás sensaciones placenteras derivadas de la concreción inmediata o futura de algo deseado.
Las expectativas, deseos personales, experiencia, y manera de ser de cada uno, juegan un papel muy importante en la consecución de ese estado emocional; es decir, cada persona es diferente y por la tanto, será también diferente lo que le cause o no ilusión, la manera de sentirla y los momentos en que esa sensación se haga presente.
Algunos ejemplos: Con respecto a los momentos, hay personas que experimentan ese estado de ilusión por el simple hecho de entregar un currículum en una empresa en donde poder realizar el trabajo deseado, imaginándose e idealizando todo lo que podría ocurrir en el caso de ser convocada a una entrevista laboral que luego desembocaría en el logro del objetivo primordial que es el puesto de trabajo.
Otros, comienzan a ilusionarse cuando son citados a la entrevista de trabajo; algunos, cuando, luego de pasar satisfactoriamente esa entrevista, son convocados a una prueba en la empresa y otros, sólo comienzan a sentirse ilusionados cuando firman el contrato.
Esa alegría expectante tampoco llega a todos en la misma intensidad, los más cautelosos, además de no ilusionarse hasta no concretar sus objetivos (o al menos hasta no tener la seguridad de poder hacerlo), suelen ser los que probablemente han tenido en su experiencia de vida alguna desilusión que les ha enseñado a no idealizar de manera excesiva a una persona o situación determinada (aunque no sea tarea fácil controlar las emociones y sensaciones).
La ilusión puede entenderse también como una representación mental que carece de realidad, una especie de visualización errónea o mágica producida por la mente y que está relacionada con las experiencias y sensaciones personales. Así, son los sentidos y la mente los que colaboran en esa percepción ilusoria.